sábado, 17 de enero de 2015

La resolución de un enigma borgiano

 
Uno de los poemas tardíos de Borges se refiere a un antiguo grabado que vio cuando niño, y que nunca pudo olvidar, pese a haber olvidado por completo su fuente. Transcribo el poema:
 
EL GRABADO
 
¿Por qué, al hacer girar la cerradura,
Vuelve a mis ojos con asombro antiguo
El grabado de un tártaro que enlaza
Desde el caballo un lobo de la estepa?
La fiera se revuelve eternamente.
El jinete la mira. La memoria
Me concede esta lámina de un libro
Cuyo color y cuyo idioma ignoro.
Muchos años hará que no la veo.
A veces me da miedo la memoria.
En sus cóncavas grutas y palacios
(Dijo San Agustín) hay tantas cosas.
El infierno y el cielo están en ella.
Para el primero basta lo que encierra
el más común y tenue de tus días
Y cualquier pesadilla de tu noche;
Para el otro, el amor de los que aman,
La frescura del agua en la garganta
De la sed, la razón y su ejercicio,
La tersura del ébano invariable
O –luna y sombra- el oro de Virgilio.
 
 
Nadie, jamás, ha hallado ese grabado inolvidable y perdido. Pues bien, el motivo de este post es avisar que lo he encontrado, en un antiguo libro sobre viajes. Aquí incluyo la imagen, para esparcimiento de los lectores de mi blog: